Sólo los que son capaces de irradiar paz, la tienen de verdad en su corazón.
En la
medida en que sabemos trasmitir paz a los demás, la poseemos en nuestro
interior.
No
tendremos paz en nuestro corazón si no somos capaces de compartirla día a día,
trabajando por la justicia, la verdad, la libertad y la fraternidad.
Únicamente
son personas en realidad pacíficas, las que son pacificadoras. Quien no trabaja
diariamente por al paz, no la puede tener en su interior.
La paz es
un don que se posee en la medida que se da. La paz, no es pereza ni pasividad,
sino esfuerzo y trabajo constante para conseguir un orden fundamentado en los
grandes valores éticos de la justicia, la verdad, la libertad y la fraternidad.
Si
queremos tener paz, irradiémosla.
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